El masaje desde el punto de vista del masajista

Se ha hablado mucho sobre técnicas de masaje, de cómo dar un masaje, de los beneficios de los masajes, de los masajes en los pies, en la espalda o en el cuello, masajes para bebés, para embarazadas, para perros o gatos, a cuatro manos, con los codos… y un largo etcétera. Sin embargo me cuesta encontrar algún relato o experiencia sobre lo que sentimos los/las masajistas cuando realizamos uno.

Y realmente me parece primordial. Creo firmemente que nuestra profesión debe de tener un alto nivel de vocación y generosidad. Quizá pueda sonar pedante pero creedme, cuando amas lo que haces, sea lo que sea, los resultados son mejores.

Solo puedo hablar desde mi propia experiencia, aunque estoy segura de que la mayoría de los profesionales tenemos una visión bastante parecida.

Preparación ambiental

Cuando voy a realizar un masaje necesito que la atmósfera sea adecuada. Por descontado que me esfuerzo en que sea del gusto de quien lo va a recibir, pero es muy importante que yo sea capaz de sentir buena energía. Ambientación para masaje

El sonido ambiental es muy importante y aunque hay quien prefiere dar el masaje en el más absoluto silencio, a mi me gusta poner música. Dependiendo de mi estado de ánimo elijo temas instrumentales o inspirados en los sonidos de la naturaleza, como el fluir del agua.

Respecto a la luz de la sala, otro factor importante, se pueden poner unas velas, luz tenue o todo lo que contribuya a generar un ambiente sereno, pero yo prefiero la luz natural, que ilumine de forma indirecta y tamizada.

En cuanto a los productos que utilizo decir que son variados: desde aceites vegetales enriquecidos con aceites esenciales (como el geranio, el limón o la lavanda), hasta la manteca de karité o diferentes cremas.

Lo que siento cuando doy un masaje

Podemos disponer del mejor espacio, aplicar los mejores productos y conocer las mejores técnicas, pero para mi lo más importante es conectar con mi propia persona para poder ofrecer lo mejor de mi.

Para lograr esto procuro centrarme en el momento presente y prestar toda la atención a mi respiración y a lo que mis manos van explorando, lo que me van contando de esa persona según la temperatura de su cuerpo, tono de la piel, etc.

Cuando te exiges esa capacidad de concentración consigues que no solo trabajen tus manos, sino todo tu cuerpo.

Aunque existen protocolos y siempre hay que tener claro un orden a seguir, también hay que estar preparados para la espontaneidad, para improvisar, ya que pueden existir zonas del cuerpo que requieran una atención especial.

De esta manera se puede afirmar que no hay dos masajes iguales, el masaje siempre es diferente.

Para terminar tengo que decir que siento el máximo respeto por aquellas personas que depositan su confianza en mis manos. Me hacen crecer como persona. Espero estar a la altura y ser capaz de ayudarlas a sentirse mejor y a conocerse más a si mismas a través de este lenguaje del tacto.